El pasado viernes pudimos asistir al pase de “Thor,” dirigida por Kenneth Branagh y con un reparto muy bien seleccionado. El joven Thor espera convertirse en el sucesor de su padre Odín, pero su impulsividad provoca que sea castigado con el destierro. Odín esperará de él que aprenda a merecerse su poder, con el que podrá volver a empuñar el martillo Mjölnir. No haré spoiler, pero sí remarcaré que la presencia de los actores Anthony Hopkins y Natalie Portman no hacen sombra a Chris Hemsworth, quien hace de dios del trueno.
Kenneth Branagh resulta ser un acierto como director, ya que acerca Thor a todos los públicos dejando un buen sabor de boca. Viendo el film, creo saber cuál es el secreto de este director. Quienes conozcan al irlandés por sus producciones anteriores, Enrique V, Hamlet u Otelo, ya sabrán que es un gran amante de la obra del autor de estas tragedias. Y esto es muy interesante ya que podemos observar guiños a los temas recurrentes de Shakespeare. Traición y envidia son reflejados en la película tal y como podríamos verlo en el teatro. Éste es, en mi opinión, el buen tino de Branagh.
Por otro lado, la música está muy bien elegida y el sonido es bastante contundente, así se hace sentir en la sala de cine. El vestuario, aunque al principio despertó serias reticencias en muchos de nosotros (lo reconozco, me pareció poco acertado), tras ver “Thor” creo que no sobran detalles y que no han errado creando los trajes. Tan sólo Anthony Hopkins parece no encontrarse cómodo en su traje de “padre de todos,” quiero decir, Odín.
Pero lo mejor de Thor es, sin duda alguna, las escenas de Asgard y del universo. La ciudad aparece nada más comenzar la película, impresionando al espectador por sus detalles. Entre otras, una de las escenas que más me han gustado es el puente de Bifröst, de Asgard a la Tierra, custodiado por un más que imponente custodio Heimdallr, interpretado por el actor Idris Elba (más conocido por Mumbles en RocknRolla).
Sin embargo, no todo son buenas noticias en Thor. Me temo que la tecnología 3D empleada para la película deja con un sabor a insuficiencia. Está de moda emplear el 3D y parece que nadie quiere quedarse sin ver películas con la mayor realidad posible. Aún le falta mucho desarrollo a esta técnica. Por otro lado, la película empieza con tanta fuerza que, casi inevitablemente, al final se tambalea un poco y a la cinta le cuesta mantener el equilibrio entre el principio y el fin.
Entre guiños a Shakespeare, una buena dirección y actores, y las impresionantes escenas de los reinos, creo que Marvel ha vuelto a lograr que una de sus películas alcance a superar a otras muchas que han ido apareciendo a lo largo de estos años. Y, para quienes ya se lo olían, tras los créditos una sorpresa final augura la llegada de “The Avengers.”